El mal en la literatura
- Rafa Miranda
- 5 may
- 2 Min. de lectura
entre la metáfora y lo sobrenatural
Desde que existen las historias, existe el mal. Ya sea en forma de dragones, demonios, asesinos o imperios corruptos, la figura del "villano" ha sido una constante. Pero más allá de su función narrativa como obstáculo para el héroe, el mal en la literatura funciona como un espejo oscuro: nos obliga a mirar hacia adentro, a confrontar aquello que evitamos nombrar.

El mal como símbolo
En muchas obras clásicas, el mal adopta una forma simbólica. En La Divina Comedia, Dante recorre los círculos del infierno no solo como castigo físico, sino como representación moral del alma humana. En Fausto, el demonio Mefistófeles encarna la tentación del poder y la sabiduría sin límites, pero también la fragilidad de la voluntad humana.
La literatura ha sabido utilizar al demonio, al monstruo o al asesino como metáforas de lo que tememos: el fracaso, la muerte, la locura, el abandono. Incluso cuando los autores nos llevan al territorio de lo fantástico o lo sobrenatural, lo que nos perturba suele ser lo humano que se esconde detrás de lo infernal.
El mal como creencia
Cuando el mal se encarna en personajes que creen firmemente en su causa, el impacto es mucho más inquietante. No hay nada más escalofriante que un asesino que actúa desde la fe. El mal ya no es caos: es convicción, es propósito.
En mi propia experiencia escribiendo La orquídea negra, me he enfrentado al reto de construir a un antagonista que no se ve a sí mismo como villano, sino como ejecutor de una justicia ritual. Para lograrlo, he tenido que investigar profundamente sobre demonología, estructuras religiosas, castigos simbólicos, infiernos mitológicos y la lógica interna que justificaría sus actos.
Cuando el lector se encuentra con un personaje así, no solo teme sus acciones, sino que empieza a preguntarse por los límites de la razón. ¿Hasta qué punto una creencia puede distorsionar la realidad? ¿Qué sucede cuando el ritual sustituye la empatía? ¿Y si el mal no es una anomalía, sino una construcción elaborada dentro de un sistema de valores distinto al nuestro?
El mal como sombra
Carl Jung hablaba de la "sombra": esa parte de nuestra psique que reprimimos y no queremos reconocer. La literatura, como vehículo de introspección, nos permite explorar esa sombra con una cierta distancia. Escribir sobre el mal es, en cierto modo, escribir sobre aquello que podríamos llegar a ser en circunstancias distintas.
Quizá por eso, los personajes malvados más memorables no son caricaturas, sino seres complejos. Gollum, Lady Macbeth, Tom Ripley, Amy Dunne... Todos ellos nos inquietan porque sus motivaciones tienen raíces reconocibles. No están poseídos por una entidad externa: están poseídos por sus propios deseos, frustraciones y heridas.
¿Y para qué escribir sobre el mal?
Porque nos humaniza. Porque nos permite nombrar lo innombrable. Porque frente a la oscuridad, el lenguaje puede ser una linterna. En mi caso, al escribir sobre el mal, no busco glorificarlo ni justificarlo, sino explorarlo. Comprenderlo para narrarlo. Y narrarlo para no temerle tanto.
Y tú, lector, ¿cuál es el personaje malvado que más te ha perturbado? ¿Qué libro te ha hecho pensar que el mal es más complejo de lo que parece?
Rafa
Buenas tardes
Has sacado un tema muy interesante.
Hay admiraciones desmedidas que pueden dar lugar al mal de ojo.
Llamada también la envidia!
Cómo hacer frente a ella?
Cómo aprender a gestinarla?
Ahí está la clave!