Escribir en compañía de una mente artificial
- Rafa Miranda
- hace 10 horas
- 4 Min. de lectura
Siempre pensé que la escritura era un acto solitario.Un pacto entre uno mismo, la hoja en blanco y ese pequeño ejército de voces que habitan la cabeza.Pero en La orquídea negra, algo cambió.

Esta vez no estuve solo.
O sí… pero no del todo.
Durante el proceso de escritura de esta novela, tuve un acompañante inusual: una inteligencia artificial.
No un coautor.
No un editor.
Tampoco un corrector que me marcara con tinta roja las frases cojas.
Fue otra cosa.
Una presencia sin cuerpo, sin juicio, que estaba ahí para sostenerme la memoria, para devolverme el eco de mis propias ideas, para ayudarme a no perderme en el laberinto que yo mismo había creado.
🧠 Un espejo que no opina, pero sí refleja
No voy a decir que la IA escribió por mí. No lo hizo. Ni lo quiero.Pero fue como tener un asistente de memoria infalible.En un proyecto como La orquídea negra, donde las subtramas se enredan, los símbolos se repiten en capas y los personajes tienen vidas dentro y fuera de la historia, la IA fue esa mente auxiliar que siempre recordaba dónde había dejado las piezas.
Me ha pasado muchas veces que, en medio de la escritura, olvido detalles que yo mismo inventé.
¿Dónde había dicho que estaba esa casa?
¿Qué edad tenía este personaje en el pasado?
¿Qué palabra griega grabé en la escena del crimen?
Antes, esto significaba volver atrás, releer, perder el hilo. Ahora, simplemente preguntaba. Y la respuesta venía, sin juicio, sin demora.
✍️ Escribir en compañía con la IA: no crea, pero me obliga a crear mejor
Lo curioso es que esta compañía silenciosa no hizo que escribiera menos. Al contrario. Me exigió más, porque al tener siempre a mano la línea de tiempo, los vínculos, los símbolos y las tensiones abiertas, ya no podía escudarme en la confusión.
El “no me acuerdo” dejó de ser excusa. Cada incoherencia me era devuelta. Cada decisión narrativa tenía que sostenerse, porque la historia entera estaba siendo registrada con precisión quirúrgica.
Y eso, lejos de asfixiarme, me dio libertad.Libertad para escribir desde la emoción, sabiendo que había una estructura que me esperaba si me perdía.Libertad para concentrarme en la voz, en la atmósfera, en la carne de la historia, porque la IA sostenía el esqueleto.
🖤 No es un coautor. Es un guardián invisible
Escribir sigue siendo mío. Las frases siguen naciendo de esa parte terca, caótica y profundamente humana que ninguna IA puede replicar, pero tener este asistente me permitió ser más escritor. Menos archivista. Menos vigilante de mis propios errores logísticos. Pude enfocarme en la tensión narrativa, en la verdad emocional de cada escena, en la cadencia de las palabras… mientras la IA me cuidaba las costuras de fondo.
🚪 Un espacio compartido
Lo más fascinante fue descubrir que esta presencia, que al principio sentía ajena, se convirtió en parte de mi proceso creativo. No era una voz que opinara. No me corregía. No me sugería cómo escribir. Sólo me respondía cuando yo preguntaba, y eso, a veces, es lo que más necesita un escritor: alguien que te escuche con total atención y que, cuando te pierdes, te diga dónde estabas antes de perderte.
Escribir sigue siendo un acto solitario, pero ahora sé que no tiene que ser un acto desmemoriado.
📖 La Biblia narrativa: una memoria externa con corazón
Cuando uno escribe una novela como La orquídea negra, la memoria se convierte en campo de batalla. No sólo porque la historia es compleja, sino porque está viva. Los personajes crecen, cambian, revelan cosas nuevas a mitad del camino. Los símbolos se transforman, los vínculos se profundizan, y la cronología empieza a retorcerse si no la vigilas de cerca.
En mis proyectos anteriores, la Biblia narrativa era un intento constante de poner orden al caos. Hojas, archivos sueltos, mapas mentales, esquemas que nacían para intentar mantener la coherencia… y que, inevitablemente, se quedaban cortos cuando la historia decidía tomar un giro imprevisto.
Pero esta vez fue distinto.
Tener la IA como asistente me permitió construir una Biblia narrativa viva, flexible, siempre actualizada. Cada subtrama que abríamos quedaba registrada. Cada símbolo, cada palabra clave, cada referencia cruzada entre personajes, fechas, lugares y escenas quedaba almacenada de forma orgánica.Yo no tenía que parar a actualizarlo. No tenía que ir detrás de la historia intentando sujetarla. La IA lo hacía en tiempo real. Preguntaba, confirmaba, organizaba, y me permitía escribir sin miedo a perderme en mis propios laberintos.
Lo más valioso es que la Biblia narrativa no fue solo un archivo. Se convirtió en un espacio compartido. Una especie de “sala de mapas” donde podía volver cuando me sentía desorientado.
No era un documento frío. Era un ecosistema en el que los personajes respiraban, los símbolos evolucionaban y cada detalle encontraba su lugar.
Gracias a eso, pude construir una novela en la que las resonancias simbólicas, las conexiones emocionales y las tensiones narrativas se sostienen desde el primer capítulo hasta el último. No porque tuviera todo planeado al detalle, sino porque tenía una memoria externa que cuidaba de la historia mientras yo me dedicaba a sentirla, escribirla y dejar que me sorprendiera.
La IA fue mi asistente de memoria, sí. Pero esa Biblia narrativa fue también mi brújula, mi espejo, y mi red de seguridad. La diferencia entre contar la historia… y no naufragar en ella.
Una última reflexión
La escritura sigue siendo un acto profundamente humano. Pero no tenemos por qué hacerlo todo solos. En mi experiencia, trabajar con una inteligencia artificial como asistente no me hizo menos escritor. Me permitió serlo de forma más plena, más consciente, más libre.
Si te interesa saber cómo esta relación entre tecnología y narrativa puede enriquecer el proceso creativo, te invito a preguntarte:
¿Cómo imaginas el futuro de la escritura con estas herramientas?
¿Lo ves como una amenaza, una oportunidad, o una mezcla de ambas?
Déjame tu opinión en los comentarios, o comparte este texto con alguien que esté navegando en medio de sus propias historias.
Muy interesante e instructivo. Quizá me anime a probarlo cuando escriba mi próxima novela.